Diariamente me impresiono del mundo que habitamos, como si todas las criaturas, animales y plantas, hubieran sido el producto de algún demente o de algún niño, de alguie nexcesivamente imaginativo, al observar todas las formas y colores que nos rodean. Quien nunca haya experimentado una fascinación irreprimible ante las formas fantásticas de los insectos e ignore los abrumadores colores de las aves, o el hipnótico fluctuar de las medusas, está irremediablemente ciego y perdido en su propio esceptiscismo.
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